Ibrahim en el desierto de arenas doradas




Por esos días todo era confusión. Su corazón estaba inquieto y no podía conciliar el sueño. Quería desestimar aquella sensación, pero... ¿cómo negarse a su propia intuición, si en varias oportunidades había sido su arma más fuerte?
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Tomó alguna de sus pertenencias y emprendió un largo viaje, de regreso a su tierra natal. Algo de ropa, de comida y de agua le serían suficientes para atravesar el gran "océano de arenas doradas", si... ese desierto tan temido por todos, capaz de extrapolar tiempos y realidades en un suspiro.
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Se dejó llevar... tan solo eso... Sentía que aquel viaje, le cambiaría la percepción de muchos aspectos de su existencia y que en él encontraría una enseñanza para su vida.
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Su camello fue su amigo y su único sostén durante largas horas.
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Cuando dio su primer paso, adentrándose en aquel universo, supo que no habría vuelta atrás. Un paso lo llevó a otro y a otro y a otro, hasta que en un punto, Ibrahim y su humanidad comenzaron a formar parte de aquel paisaje embriagador.
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El sol y el calor dibujaban distintas dimensiones en el aire. Algunas borrosas, otras más nítidas, pero todas entrelazadas y -en algún punto- convertidas en espejismos de agua. ¡Qué fenómeno tan extraño! -pensó-. Todo existe y no existe a la vez.
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Si los primeros días fueron difíciles, los siguientes lo fueron aun más. El agua y la comida se habían acabado. Solo le quedaban unos cuantos dátiles para sobrevivir, pero eso era todo.
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Ibrahim sentía que, en esas condiciones, no lograría avanzar mucho más, aunque lo intentaría hasta el final.
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Pero su voluntad resistió hasta que cayó desmayado fruto de la deshidratación y de los 55º que debía soportar bajo el sol. ¿Había sido un error o una locura su decisión? Su vida corría peligro. ¿Qué lo había motivado a tomar ese riesgo?
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La voz de un niño lo despertó. Un niño que le resultaba familiar. Lo vio correr bajo naranjos exuberantes... los mismos naranjos que tenía en el patio de su casa materna. Sus miradas se entrecruzaron curiosas. ¿De donde lo conocía? ¿Sería esa otra alucinación o un juego de su mente?
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De repente la imagen del niño se esfumó y apareció un anciano rodeado de gente... un anciano que caminó hacia él, sin percatarse de su presencia... y siguió camino dejando atrás aquella pequeña multitud en la cual se encontraban sus hijos...¿Sus hijos? ¿Como hicieron para encontrarlo? ¿Pero que les había pasado? ¡Estaban muy mayores! ¿Qué estaba pasando? ¿De que estaban hablando y por qué no lo ayudaban?
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De repente un joven se sentó a su lado y comenzó a hablar. Giró para mirarlo y ¡¡se encontró a si mismo muchos años atrás!! Si, si... allí estaba... él, hablando consigo mismo...Todo era mucho más confuso aun. ¿Estaba enloqueciendo o se estaba encontrando con otra realidad donde todo era posible?¡Claro! ¡Ahora lo entendía! ¡Ese niño era él, ese anciano era él, ese joven era él! Su pasado, su presente y su futuro sucediendo en un mismo instante. ¿Como podía ser eso posible? ¿Qué era el tiempo entonces? ¿Donde habían estado ocultos los distintos estadíos de su vida y por qué aparecían ahora? ¿O es que, acaso, estaba por morir allí, en esas arenas ardientes, que le habían tendido una trampa?
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El calor dibujaba velos sobre el aire. Y cada velo le traía un recuerdo distinto. ¡Que emoción reencontrarse con su niñez! ¡Qué impactante conocerse de adulto! ¡Cuantos caminos podía tomar en ese mismo instante si tan solo pudiese levantarse! ¡Todo estaba frente a si!
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De repente se esfumaron aquellas imágenes y los lugares por los que había estado o que podría estar... y volvió a quedar sólo, junto a su camello. Estaba muy débil, pero con una enorme paz.
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Por primera vez sintió la certeza de que nada era absolutamente como él creía y que nunca se iría del todo de este plano, porque todo coexistía en el mismo momento y en todos los tiempos.
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Comprendió que existía alguna forma de volver a su pasado o viajar hacia su futuro... y que -a pesar de que esa forma, no era amigable para él todavía- estaba en algún lugar esperando a ser descubierta.
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Comprendió que nadie es dueño de la realidad... y que todas son percepciones de la misma. Y comprendió que el tiempo escondía algo más complejo y que aun no estaba preparado para entender que sucedía con él.Pero bueno, ese no era el momento para descifrar el misterio. Ahora debía encontrar el modo de salir de ese lugar... porque su viaje no había llegado a su final.
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Miró a su compañero de viaje y se alegró de que estuviera ahí. Comió los últimos dátiles que le quedaban y se incorporó. Caminó unos cuantos km y a lo lejos vio aparecer las primeras imágenes de su pueblo. ¡Qué alivio!
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Volteó su mirada y sonrió al percatarse de que -a fuerza de una gran voluntad- había logrado vencer a ese infinito "océano de arenas doradas". Un desierto, en el cual nada era lo que parecía ser; pero que, sin embargo, había tendido ante sus pies, una nueva motivación para su vida.
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